1 de marzo de 2011

4. JORGE LUIS BORGES

4. JORGE LUIS BORGES

¿Por qué no le dieron el premio novel de literatura?

En diversas ocasiones hemos escuchado que la Academia Sueca de las Letras le negó el premio Nobel a Borges porque era portador de una ideología fascista que elogiaba dictadores. También hemos escuchado que el Nobel está politizado, que no oculta su simpatía por escritores con tendencia política de izquierda y rechaza autores de derecha como a Borges.
Al comienzo de cada año se decía que aquel sería el año de Borges. Pero en octubre el premio no llegaba y venía la pregunta lógica y consecuente de por qué no le habían dado el Nobel, secundada por el consuelo de que en el próximo año sería la vencida. Al año siguiente el almanaque señalaba a octubre y Estocolmo no enviaba el telegrama ni sonaba la llamada telefónica en Buenos Aires para anunciar el premio. «Esto es el colmo, Estocolmo», decía algún periódico en una leyenda al pie de una caricatura donde un hombre corría con los pelos al aire luego de haberle robado al ciego una estatuilla del bolsillo de su saco.
Cada año Borges era plato obligado del canibalismo periodístico y le preguntaban cómo se sentía después de no haber ganado nuevamente el Nobel. Y Borges, experto en no ganarlo, se hacía el de la vista gorda, si bien en una ocasión tuvo el falso consuelo de afirmar: «Creo que los suecos tienen razón. Yo no tengo una obra que justifique el premio Nobel».
Porque además del enorme prestigio internacional que les brinda y que los pone bajo los ojos de un mayor número de lectores, con su equivalente en dólares los escritores pueden sentarse tranquilamente a escribir al menos por un buen trayecto de sus vidas sin tener que preocuparse por las necesidades que pasan por el estómago.
Subrayemos que Borges fue un caso especial por sus afirmaciones, verdaderos torpedos verbales, en entrevistas que le fueron hechas. En un libro sobre confesiones de Borges y de su gran amigo Bioy Casares al periodista y escritor Rodolfo Braceli, este reunió una serie de reportajes publicados sucesivamente en diarios, revistas y a través de agencias internacionales. Con declaraciones como esta de Borges: «Los vascos me parecen más inservibles que los negros, y fíjese que los negros no han servido para otra cosa que para ser esclavos».

De la convulsionada década del setenta del siglo pasado Braceli trae palabras de Borges en las que afirma que los norteamericanos cometieron el error de enseñarles a leer a los negros: «Por supuesto que resultan insoportables los negros [...] no me desdigo de lo que tantas veces afirmé: los norteamericanos cometieron un grave error al educarlos; como esclavos eran como chicos, eran más felices y menos molestos». Concebía que ni los negros se alegrarían de tener un hijo negro, que en caso de que los negros no hubieran nacido, desde un punto de vista cultural nadie los habría extrañado, pues han aportado más los griegos, los judíos, los árabes.

Con tales afirmaciones Borges encarnaba una ideología que organizaba el mundo de la clase dominante asignando a ésta todas las virtudes sociales y culturales y atribuyendo a negros e indígenas todas las cualidades que consideraba negativas.
Su famosa frase: «Muchas cosas he leído y pocas he vivido», sin duda alguna lo retrataba. En su identidad era el más europeo de los escritores latinoamericanos, plasmaba en sus obras contenidos culturales de Europa puesto que el Viejo Continente era su patria espiritual y su tradición histórica. En Ginebra había transcurrido gran parte de su juventud y allí estudió el bachillerato. Pero ante la acusación de que no obstante ser del país de los gauchos su obra no tenía el matiz del color local hay que decir que escribió muchas páginas a su natal Buenos Aires, a la historia patria y a diferentes tipos locales especialmente del pasado.
Ahora bien, una cosa es la obra y otra bien distinta la vida personal de quien la produce. Desde este punto de vista no podríamos decir que Borges se retrata de cuerpo entero en su obra. De alguna manera la obra sí es una prolongación del autor, pero esa producción ha sido decorada, deformada, censurada y es bien complicado pensar que tras el antifaz un tanto artificial de la obra se va revelando el verdadero rostro de Jorge Luis Borges. Por otra parte, los objetivos del autor no siempre coinciden con la realidad estética creada en su obra. De ahí que el autor y su obra se contradicen aunque también se complementan.
Preguntarle a Borges de política era como interrogarle por el fútbol. No la entendía. Y si no la entendía era porque no le interesaba.
Dos hechos se han esgrimido para explicar el porqué no le dieron el Premio Nobel de Literatura. En primer lugar, porque se burló a mandíbula batiente de los poemas de cosecha propia que leyó un miembro de la Academia Sueca en una reunión en Argentina. La segunda razón fue haber aceptado un homenaje del entonces dictador de Chile general Augusto Pinochet, precisamente el dictador más rechazado por la intelectualidad en Europa y América. El discurso que pronunció habría herido la sensibilidad de la Academia Sueca que no ocultaba su preferencia por artistas progresistas. ¿Haber aceptado la condecoración de Pinochet fue la verdadera razón para que no se le concediera el premio Nobel, al que había sido propuesto en varias ocasiones?

El personaje al que alguna vez vimos y escuchamos en un conversatorio con escritores y periodistas en la Biblioteca Pública Piloto de nuestra ciudad, y tenía cara de no haber matado ni una mosca, había dicho: «El general Pinochet me pareció un hombre muy grato. Es un hombre admirable que ha salvado a su patria [...]. Estoy orgulloso de haberle estrechado la mano a ese prócer de América». Había dicho: «La democracia es sólo superstición. Franco fue un beneficio para su pueblo [...]. Estoy completamente de acuerdo con la Junta Militar Chilena».
Así hablaba el Borges anticomunista por excelencia, quien le asignaba a las dictaduras emergentes del Cono Sur -léase Chile, Argentina y Uruguay- ser las salvadoras de la libertad y el orden, sobretodo en un continente anarquizado y socavado por el comunismo; quien saludó el advenimiento de la Junta Militar Argentina; quien hizo declaraciones a favor de Pinochet, Franco y Videla; quien manifestó que se debía hacer todo lo posible por defender el gobierno de militares argentinos ya que éstos eran caballeros y decentes: no habían llenado la ciudad de retratos, no hacían propaganda, que, eso sí, eran débiles, pues no se habían ocupado de responder a los crímenes con fusilamientos, pero que habían salvado al país del caos, de la ignominia, de la infamia y del comunismo. Acerca del comunismo manifestó: «Ya no creo en las revoluciones armadas en que antes creí. No tengo soluciones. Sólo nos queda la esperanza del milagro. Sólo una revolución en el pecho de cada hombre podría devolvernos la honra».
En los años sesenta fue combatido por las izquierdas que lo llamaban fascista y por las derechas que lo denominaban comunista. Había comunistas que sostenían que ser anticomunista equivalía a ser fascista y esto resultaba tan incomprensible para él como decir que no ser católico es ser mormón. Pero era más bien un anarquista romántico con la fe encomendada en que el mundo se desprendería del fardo de los nacionalismos y hablaría una lengua común: «La verdad es que no pertenezco a ningún partido. Personalmente me llamaría anarquista. Quisiera que hubiera un mínimo de gobierno».


NOTA: 
Considerando todo lo anterior me parece que tenían razón en no darle el premio, no por su ideología sino por la forma en que trata a las personas, ya que no importa de que "bando" sea alguien siempre tendrá actitudes positivas y negativas, pero si me parece muy ofensivo su lenguaje, la forma en la cual se refiere a los demás, se percibe que tiene un ego muy grande, donde cree que el único y mejor es el. Una persona no debe presumir lo que no se ha ganado. 

Fuente consultada: 



Rubén López rodrigué – rodelu.net
Documento emitido el: 2 de febrero de 2005



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